sábado, 12 de mayo de 2007

► Decir Adiós (2008)

A veces, lo único que queda es irse; sin pañuelos, sin disculpas, simplemente irse; partir lejos, lejos de ese mundo construido, lejos del recuerdo, del deseo. Arrancarse ese trozo de alma que ya no es propio y abandonarlo en cualquier puerta. Hay adioses que duelen demasiado, tantas despedidas y reencuentros...

A veces, lo único que queda es irse; alejarse con el vuelo de las palomas; con el silencio de las hojas que caen; perderse en el horizonte sin mirar atrás, porque volver la mirada es reincidir en ese cuerpo, en esos besos. Hay momentos que no son el momento, lugares que no son el lugar; y uno se queda viendo su propia historia detrás de una vidriera, ajeno,
entumecido, como un niño de mil años, un niño envejecido de amores que no fueron.

A veces, lo único que queda es irse, porque el alma golpea desde adentro, porque el cuerpo nos habla; irse solo, sin atardeceres grises, sin lluvia, sin poesía; simplemente irse, como un fantasma que quizá estuvo. Soy ya parte de tantos pasados que no los puedo contar. Tal vez mañana, cuando ya no seamos los de hoy, nos reconozcamos en las partes nuevas de los dos.

A veces, lo único que queda es irse, partir sin certezas, con el miedo de estar equivocados; perderse en el tiempo; esfumarse en lo inmaterial, como se esfuma el dolor; como se olvida la sensación de un beso en otro beso; como se va escapando la vida… irse, nada más...